

La preparación como herramienta principal
-
En el río, cómo en todas las actividades, hay que estar relajado para poder disfrutar. Y para estar relajado hay que tener confianza en uno mismo y en la embarcación.
Esa combinación se logra con preparación.
A navegar se aprende navegando y es importante que Ud. no exponga a su familia a malas experiencias que la alejen de la actividad.
Todos necesitamos tiempo para adaptarnos y si queremos navegar acompañados debemos avanzar a un ritmo que resulte placentero para todos.
Las primeras salidas las debemos hacer con algún amigo que nos pueda dar una mano y luego, cuando estemos entrenados, invitar a la familia.
Elija días con buenas condiciones climáticas, poco viento, buen nivel de agua, sin olas y si se puede con sol.
Cuando utilizamos el auto, la calle siempre está a la misma altura y no se mueve. Si hay un poco de viento ni nos damos cuenta y si el tiempo está inestable tampoco nos afecta.
El río nos presenta un escenario distinto cada vez, tenemos que prestar atención a la altura del agua, a la corriente, al viento y hay que estar atentos a la tendencia meteorológica. Si también comparamos las horas que manejamos nuestro auto y las que timoneamos nuestra embarcación nos damos cuenta que son cosas totalmente distintas. Una lancha no es un auto y el río no es la calle.
Esto a primera vista parece una obviedad pero hay que entender las diferencias para poder actuar en consecuencia.

Los automóviles tienen el centro de giro en la parte trasera y las lanchas en la delantera, esto quiere decir que cuando realizamos un giro con nuestra embarcación primero se mueve la parte trasera (popa). Entonces, si estamos amarrados contra un muelle y queremos salir como un auto girando el volante, el resultado va a ser que vamos a chocar contra el muelle con la popa de nuestra nave.
Otra gran diferencia es que las lanchas no tienen freno.
Al principio todo le resultará extraño, distinto y a veces estresante; pero si Ud. se instruye adecuadamente le permitirá adelantarse a las maniobras para poder realizarlas con éxito.
Una vez que se sienta seguro podría comenzar a entrenar a las personas que naveguen habitualmente con Ud. para convertirlos en tripulantes.
Si navega con niños, seguridad y paciencia deberán ser una prioridad. Dele la oportunidad de participar en maniobras sencillas. Los hará sentir útiles y disfrutarán más del paseo.
Cuando tenga invitados tendrá que explicarles claramente cómo tienen que subir, qué deben hacer y qué no pueden hacer.
Sea un buen Capitán, explique claramente las cosas, no grite y manténgase siempre en calma. Nadie quiere subirse a un barco para que lo maltraten, el resultado será que nadie lo acompañará.
Pero muchas veces ese es el resultado de una precaria o mala instrucción.
Conozca su nave, conózcase a si mismo y seguramente disfrutará de una navegación agradable en cualquier condición.